
Antes de la revolución y durante más de treinta años la sociedad mexicana sufrió la prevaricación y los denuestos de un sistema que se fue desgastando apoyado en el imperio de la sinrazón y la barbarie. Para acallar a la población la dictadura optó por las persecuciones, los crímenes y las atrocidades contra sus críticos. Intelectuales honestos, periodistas íntegros y valerosos; profesores apóstoles de la verdad, políticos creyentes en la democracia, jóvenes hombres y mujeres, obreros y campesinos sufrieron los embates de la mano criminal de un sistema que se extravió en el falso orgullo de creerse insustituible

En el largo periodo que el general Porfirio Díaz ocupó la Presidencia de la República se hicieron más evidentes y cruentas las abismales diferencias en riqueza, educación y bienestar entre la inmensa mayoría del pueblo y el reducido grupo que, al amparo del poder del gobierno porfirista, gozaba prácticamente de todos los privilegios, a costa de condenar a la miseria a esa gran mayoría que ya en el momento de su condena estaban ya artos de su pobreza e ignorancia. De la cual ya estaban conscientes pero sin poder ni recursos no podían cambiar ni para el bien ni para el mal del mismo.

Aunque la miseria corroía los cimientos de la sociedad mexicana, finalmente no afloraba de manera abierta debido a la ancestral sumisión y al control que las poderosas fuerzas locales mantenían sobre pobre y mísero pueblo hundido en la total y completa ignorancia.

Pero la falta de libertades políticas, que se traducía en la escasa posibilidad para las clases medias emergentes de ascender socialmente y tener un acceso a puestos de mando y a la riqueza, se fue abriendo paso a los reclamos y exigencias de éstas, hasta llegar al punto de lograr un estallido de enorme magnitud y volverse un revolucionario y reconocido suceso para nosotros en la historia, una violencia armada.

Precisamente fueron esas clases ilustradas, que contaban con la preparación y el conocimiento de la situación real del país, quienes plantearon la necesidad y después la exigencia de que se abrieran los cauces para tener la oportunidad de ocupar los puestos que ya de antiguo se encontraban en las mismas manos, ahora cansadas y viejas, de los beneficiarios de la paz porfiriana.



En cuestiones sociales, la revolución se convirtió en un modo de vida, de la cual surgen figuras representativas de nuestro país tales como la figura de la Adelita, la gran mujer revolucionaria, los famosos corridos que hacen alusión a todo lo sucedido durante esa etapa en nuestra antigua historia de México y la famosísima canción La Cucaracha, que hacía y aun hace referencia a todos aquellos soldados en guerra, lo único que ha cambiado respecto a ese icono musical, es, que ya no la reconocemos tanto como tal. Si no como una canción festiva, que, si se revisarán las raíces de la misma… no llegaría a ser tan alegre como la conocemos hoy en día.
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